1. Editorial: ¡Vaya Semana!
  2. El Viaje de Abraham
  3. Día “D”
  4. Crónica de una Desaparición
  5. La Creación de la Semana
#1 #1 ENERO-FEBRERO 2024

La Creación de la Semana

Una Traducción Libre del Primer Relato del Libro de Génesis

Invitación a una relectura

Acostumbrados como estamos a leer, en el primer capítulo de Génesis, la historia de la creación, la lectura de la presente versión nos invita a una relectura que exigirá un esfuerzo especial, al poner su atención en la semana, en sus seis días de trabajo y en su séptimo día de descanso. La premisa fundamental de esta traducción es que Moisés y los sabios que le acompañaban, compiladores de los relatos que conformaron los cinco libros que hoy se conocen como la Ley o Pentateuco, eligieron como preámbulo lo que llamaremos el “Elogio de la Semana”, un poema didáctico, con el propósito de exaltar su valor mostrando, mediante metáforas creacionistas, la secuencia concatenada y necesaria para el mejor rendimiento, dentro de un ciclo de 50 años: el ciclo sabático.

Si la promesa dada a Abraham fue que llegaría a ser un proveedor de bienestar para todas las especies de la tierra, la Ley estaba dirigida a instruir y preparar a cada individuo de su familia en el cumplimiento de ese rol. En consecuencia, los textos bíblicos nunca tuvieron un propósito religioso, ni teológico, en el sentido de querer explicar qué, quién o cómo era la divinidad. El objetivo era claro: lograr la mejor administración de la tierra a través del desarrollo de una economía justa, abierta y creativa.

Reimaginando el escenario

Parece necesario imaginar que en aquel tiempo la religión se volvió tendencia, como el fitness ahora. Todo se deificaba, toda fuerza natural era una deidad. La religión estaba surgiendo como la nueva ciencia, la nueva manera de explicar los fenómenos que los rodeaban, y los ritos eran las técnicas para dominar esas fuerzas. Hasta entonces, el ser humano había estado dominado por las duras exigencias de la supervivencia, que demandaba luchar contra la naturaleza y contra los demás humanos en una guerra desigual. En esas circunstancias, comenzaron a popularizarse los predicadores de las deidades y movimientos sociales, tribales, asociados a ellos, que iban cobrando fuerza, control, dominio de recursos y territorios: los nuevos Estados estaban surgiendo. Lo pasado de moda era la tribalidad nómada de una familia extendida, ahora lo avanzado eran estos nuevos Estados que giraban alrededor de una ciudad gobernada por las deidades y sus representantes, en una economía de premios y castigos. No es difícil imaginar que en un ambiente así, la pugna entre clanes se convirtiera en la actividad que dominaba la vida de estas emergentes y poderosas ciudades-estado.

Así las cosas, no se discutía la existencia de un ser superior, pero pasar a la idea de una única deidad sí demandaba un esfuerzo enorme, no tanto porque pasar a una sola fuera imposible para la lógica en boga, sino porque negar una deidad era negar el derecho de un grupo a tener el poder. La nueva filosofía de Abraham, además de atentar contra la lógica que sustentaba el derecho a dominar, proponía nuevas costumbres, algo así como volver vegetariano a un carnívoro, porque su objetivo, habiendo revelado la existencia de una deidad única, era lograr su favor mediante el cumplimiento del rol administrativo, es decir, impulsando la economía en su sentido más amplio y pleno. Por primera vez la ley tenía como meta, no el dominio del más fuerte, sino forjar una cultura de paz y prosperidad. Ahora la ley proponía agradar a la divinidad, no con ritos, sino con la obediencia que aseguraba el bienestar general. Entonces, la unicidad de la deidad traería a la conciencia la idea de unidad mediante la unión libre de las voluntades a través del acuerdo expresado en una ley común. Pero esto era tan difícil entonces como lo es en el presente y nunca logró realizarse plenamente.

La espiritualidad de la materia

Es una tragedia que no se haya logrado alcanzar la percepción de la “espiritualidad” y la “santidad” de la vida cotidiana. También es trágico que se haya desarrollado una percepción de la materia como antagonista del espíritu, cuando el espíritu es la materia intangible (“energía” diría Einstein), razón por la cual el apóstol Pablo insiste en que “lo espiritual no es primero, sino lo material; después lo espiritual”, es decir que lo espiritual se desarrolla sobre lo material, no en una dualidad, menos en una preexistencia, sino en una complementariedad, como la hembra y el macho con el fin de preservar una especie. Sin materia no hay espiritualidad posible, el soplo es sobre el barro y el resultado es único, como un niño recién nacido, donde ya no se distingue ni padre ni madre. En hebreo es más fácil percibir esta relación porque se puede ver que Adam (Adán) viene de la Adamá (tierra). El hombre es terrenal y su tarea es material, no viene a despreciar la materia con la que ha sido hecho. Es más bien de esa materia de la que debe hacer surgir la espiritualidad: el tangible sentido de su vida, “como en el cielo así también en la tierra”.

La divina semana

Es desde esta perspectiva pro-materia, de una espiritualidad que se expresa en la cultura, en la conciencia, en la palabra y en el mundo del sentido, que surge esta versión del primer capítulo de Génesis, en el intento de reconectar con la trascendental responsabilidad administrativa que descansa sobre los hombros de la humanidad, y que según esta interpretación, comienza por la capacidad de percibir y valorar el tiempo. No puede haber imagen más poderosa que describir al Ser Supremo trabajando seis días y descansando el séptimo. La semana no es natural, es espiritual (cultural, conceptual e ideológica) y corresponde a un modo de organizar el tiempo. Los seis días dedicados a producir bienes y servicios que mejoran la vida de las personas son espirituales y sagrados por su propósito de bien. El séptimo día de descanso obligatorio también, pero tiene un plus, pues es este día el que da existencia a la semana como tal, porque sin la pausa del séptimo día no hay semana y sin semana no hay noción del tiempo y sin noción del tiempo no hay sabiduría, luego, nos volvemos esclavos de nuestras propias acciones.

Un mundo en extinción

Por último, la tarea de traducción que se ha realizado es un ejercicio para motivarnos a la relectura de la Biblia, con el fin de que obtengamos inspiración para hacer el bien. El texto traducido asume que la humanidad preexiste al relato, que el caos y la oscuridad representan la crisis total de una civilización en extinción. El acto “creador” en realidad es una refundación, y la humanidad representada por Adán y Eva es solo de una minoría mínimamente consciente que se prepara para una nueva era, la que llegará con Noé. El diluvio es la hecatombe final de esa civilización.

Tenemos delante un texto de valor incalculable por su antigüedad, concisión y sabiduría. Un texto sin pretensiones literarias, ni de originalidad, que nace de la necesidad de registrar la historia familiar: su reflexión, su experiencia, su aprendizaje, su fracaso y su éxito. Todo divinamente humano, con el fin de conquistar la auténtica grandeza de nuestra especie. Por ello, sirve a quienes lo conservan y actualizan. A ese lector fue dirigido este “Elogio a la semana”, no a quien busca una deidad, ni a quien anda a la caza de argumentos para afirmar su verdad, sino a quien desde sus entrañas anhela el bien de su familia. A ese lector estas líneas.

De izquierda a derecha: La diosa egipcia Bat, origen de la letra semítica Bet, primera letra de la Biblia (dibujo basado en su representación, tal como aparece en la Paleta de Narmer). El jeroglìfico egipcio per que significa casa. El signo fenicio o paleohebreo para la letra B. La letra griega beta.

Elogio de la Semana

En la que se refundó la casa de la familia humana 1

DIA PRIMERO

La autoridad2 restableció los fundamentos y el orden del cielo y de la tierra, porque la tierra se había vuelto absolutamente improductiva y estaba totalmente corrompida, sumergida en el caos de una espantosa oscuridad que escondía las caudalosas aguas subterráneas. Entonces, impulsado por la autoridad, se desató una tempestad colosal y terrible que removía todo a su paso buscando descubrir las fuentes de las aguas. En esa búsqueda, la autoridad ordenó que hubiera iluminación y así llegó a existir la luz. Luego, la autoridad observó la iluminación y vio que era útil y apropiada para la vida, distinta a la oscuridad. Entonces, para poder distinguirlas y referirse a ellas les puso nombre, llamando a la luminosidad “día” y a la oscuridad “noche”. Así se estableció que desde que se oscurece la tarde hasta que rompe el alba y durante todo el tiempo iluminado restante habría un día completo. Ese fue el primer día.

DÍA SEGUNDO

Seguidamente, la autoridad comenzó a pensar en la necesidad de separar las aguas en dos fases. Para eso, decidió hacer una estructura sólida con la que conduciría las aguas, dejando unas abajo y otras arriba. Así lo hizo y entonces llamó “cielo” a la estructura que separaba las aguas. Ese fue el anochecer y amanecer del segundo día.

DÍA TERCERO

Luego, la autoridad consideró condensar el agua que estaba debajo para que estuviera todo en un menor nivel, con el propósito de que apareciera una parte seca, y así se hizo. Denominó a la parte seca “tierra” y a las aguas reunidas llamó “mares”, y vio que era útil. Entonces pensó que la tierra debía verse verde y por eso se echaron semillas para que germinaran, brotaran y se convirtieran en plantas y árboles frutales de todo tipo, que dieran sus propias semillas y cayeran sobre la tierra, y así se hizo. Brotó de la tierra un verdor vibrante de plantas que daban semilla de todo tipo, y árboles que daban frutas y semillas de toda clase, y observando todo esto supo que era útil y apropiado para la vida. Ese fue el anochecer y el amanecer del tercer día.

DÍA CUARTO

La autoridad pensó, entonces, que debía haber fuentes de luz en la estructura celestial que separaba las aguas, para distinguir entre el día y la noche y que sirvieran para determinar las fiestas, los días y los años. Así fue que se instalaron en la estructura celeste las fuentes de luz que iluminan la tierra: hizo dos fuentes de luz grandes, una fuente principal para usarla de día y otra fuente secundaria para usarla de noche y también las estrellas. Finalmente, las colocó en la estructura celeste desde donde iluminaron la tierra, de día y de noche, y así se pudo notar la luz y la oscuridad. Al contemplarlas, la autoridad se convenció de que eran útiles y apropiadas para la vida. Ese fue el anochecer y el amanecer del cuarto día.

DÍA QUINTO

Luego, la autoridad decidió producir abundantes seres vivos en el agua, y seres alados voladores sobre la tierra, en el espacio que la bóveda había dejado. Entonces formó unos gigantescos monstruos y todos los seres vivos que se mueven y reproducen en el agua, de todo tipo, así como toda clase de seres alados voladores. Al observarlos entendió que eran útiles y apropiados para la vida. Y les dio su reconocimiento con estas palabras: reproduzcanse, crezcan y llenen las aguas y los mares y las aves abunden en la tierra. Ese fue el anochecer y el amanecer del quinto día.

DÍA SEXTO

Fue entonces cuando la autoridad dispuso que de la tierra surgieran animales de distintas clases: bestias y reptiles y otros seres terrestres de diversa naturaleza, y así sucedió, hizo animales terrestres de diversas clases, bestias de varias especies, y todos los reptiles del suelo de distintos tipos. Al ver que eran útiles y apropiados para la vida, fueron aprobados por la autoridad. Seguidamente, formuló las características del humano, diciendo: “Hagamos al ser terrenal en representación nuestra, como nuestra sangre, y tenga control sobre los peces del mar y las aves del cielo, sobre las bestias y sobre todo los animales terrestres, y sobre toda alimaña que repta sobre la tierra.” Allí estableció al ser terrenal como su representante, lo constituyó en representante de la autoridad, hembra y macho los instituyó y les dio su reconocimiento con estas palabras: “reproduzcanse, crezcan y llenen la tierra, conquisten y dominen los peces del mar, las aves del cielo, las bestias, y toda la tierra, y todos ser que repte sobre la tierra.” Y añadió: “consideren que les he dado todas las plantas y sus semillas para sembrarlas por toda la tierra, así como todo tipo de árbol que da fruto con semillas para que les sirvan de alimento, también todo animal terrestre, y toda ave del cielo, y todo reptil, que esté vivo, y toda planta y verdura que sirva para comer.” Y exactamente así fue. Entonces, la autoridad vio todo lo que había hecho, y por supuesto que no solo era útil y apropiado para la vida, sino que era excelente. Así fue el anochecer y el amanecer del sexto día.

DÍA SÉPTIMO

Y se terminó de restaurar el cielo y la tierra en todos sus detalles. Todo fue completado por la autoridad aquel séptimo día. El servicio estaba hecho. Entonces descansó en aquel séptimo día de todo el esfuerzo que había realizado. Ese mismo día, la autoridad reconoció al día séptimo y lo distinguió como un día especial de la semana, porque en él había descansado y disfrutado del esfuerzo que había hecho para restaurar el mundo.

Notas

(1) “se refundó la casa de la familia humana”, el título proviene de una lectura alegórica del segmento semítico /brasit/,* con el que se inicia el relato, obtenida mediante la identificación de los elementos significativos contenidos en este (/b-bra-ras-rasit-sit/). Uno de los elementos que cabe destacar es la primera letra, que en hebreo se llama “bet”, y que nosotros la hemos identificado con “Bat”, la diosa egipcia representada por una vaca. Lo interesante de este hecho es que la primera letra del alfabeto semítico es la “álef”, que significa “toro”, mientras que “bet” es la segunda letra y significa “casa”, de modo que las dos primeras letras del alfabeto semítico corresponderían a una pareja de bovinos, ambos animales sagrados en el mundo egipcio: el toro Apis y la vaca Bat. Al parecer, la vaca, símbolo de sustento doméstico, se convirtió luego en símbolo de la familia y finalmente de la casa. En esta lectura proponemos leer la primera letra /b/ al estilo de los determinantes en la escritura jeroglífica egipcia, que tienen la función de marcar la clase a la que pertenece una palabra, en este caso indicaría que todo el relato está referido a la familia (bat = casa o familia).

(2) “la autoridad”, es la interpretación del segmento semítico /aleim/, que tiene como raíz /al/ cuyo sentido básico es “poder, fuerza”. Klein** registra sobre /al/: “1 god. 2 God. [Of uncertain etymology. Formerly most scholars derived the word from the base אול (= to be strong). Nöldeke connected it with base אול (= to be in front), which is probably identical orig. with אול (= to be strong); see אול . According to Lagarde it is a derivative of אלה (= to strive or reach after a person), hence lit. means ‘He whom everyone strives to reach’. Ewald and König derive it from base אלה (= to be strong). None of these etymologies, nor any others suggested, is convincing. Related to Phoen. אל, אלן, Samaritan אל, Ugar. ’l (= the mightest god. ‘El’), ’lt (= name of the wife of ‘El’), Akka. ilu (= god). Arab. al-ilāt (= goddess)].” Aunque según Klein la etimología es oficialmente incierta y las sugeridas no convencen, su opinión no deja de ser una cómoda postura académica en defensa de una supuesta verdad objetiva y comprobable. Nosotros optamos por la lectura basada en relacionar /aleim/ con /aul/ y /ale/, es decir con la idea de “ser fuerte”. Por otra parte, el diccionario de la RAE define “autoridad” como: “1. f. Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho.” De este modo, el término complementa el sentido de “legalidad” que hay en los libros de Moisés, aunque vale aclarar que en ellos la ley (hebreo “torá”) antes que prescriptiva es instructiva.

* Las 22 letras del alfabeto semítico son transliteradas con los siguientes signos latinos: a, b, g, d, e, u, z, h, c, i, k, l, m, n, x, o, p, ç, q, r, s, t.

** Klein Dictionary, A Comprehensive Etymological Dictionary Of The Hebrew Language, Canada, 1987. En sefaria.org.

© Pablo E. Cárdenas Gismondi, 2024

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